Por Sylvia Platt
Amapolas en julio
Pequeñas amapolas, llamitas infernales,
¿es que daño no hacéis?
Se apagan y reviven. No puedo tocarlas.
En su fuego pongo las manos. Nada se incendia.
Contemplarlas me consume
Llameando así, su rojo ajado y brillante como piel
de alguna boca.
¡Una boca recién ensangrentada
pequeñas faldas sangrientas!
Hay efluvios que no puedo asir.
¿Dónde están tus opios, tus asquerosas cápsulas?
¡Si pudiera desangrarme y dormir! —
¡Si pudiera mi boca unir a una herida así!
Oh, vuestros líquidos rezuman en mí, cápsula de vidrio
Apagándose y aquietándose.
Mas, sin color, sin color. Descoloridamente.
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